LITERATURA INGLESA
Sir Gawain and the Green Knight
(Sir Gawain y el Caballero Verde)

Rev. 12 noviembre 2004

Canto 4

80-88    89-101

[80-88] Llega el año nuevo, y lo recibe un tiempo tempestuoso (que corresponde perfectamente con el amenazador destino que el día le reserva a Gawain). Este se abriga, y encima se coloca la armadura, que han limpiado y dejado reluciente, la capa, «con su símbolo de actos intachables, bordada en terciopelo con gemas poderosas...» (a las gemas se les suponían las cualidades protectoras de los talismanes), y el cinturón que le regaló la dama.

Gawain sale a lomos de Gringolet. El siervo lo guía hasta las proximidades de la Capilla Verde, y entonces le aconseja a Gawain que desista de acudir allí, que encontrará al peor hombre del mundo, quien sin duda lo matará. Le pide que no vaya, y le jura que él guardaría el secreto y no se lo diría a nadie si Gawain tomase otro camino. Esta postrera tentación amarga al caballero, quien agradece el ofrecimiento, pero considera que no seguir adelante sería una cobardía. El otro responde que, si quiere ir, allá él; pero que no lo acompañaría por todo el oro del mundo.

Gawain se interna en el barranco; busca en vano la capilla, hasta que da con un túmulo, que resulta ser la Capilla Verde (es innecesario señalar las connotaciones del túmulo: la muerte). A Gawain le parece obra de Satán. De pronto, empieza a oír unos ruidos espantosos.

[89-101] Aparece el Caballero Verde con un hacha vikinga y vestido como la primera vez, y alaba la virtud de Gawain con estas palabras: «Señor tan dulce que honráis las citas que debéis» (vv. 2237-2238). Sin embargo, el arma que porta el gigante en esta ocasión no es de metales preciosos, y su aspecto es aterrador.

Gawain se quita el yelmo para recibir el hachazo. Cuando el Caballero Verde se dispone a asestar el golpe, Gawain encoge ligeramente los hombros, y el otro detiene súbitamente el hacha para reprobárselo. Gawain jura no volverlo a hacer. El caballero amaga un segundo golpe para probar a Gawain, quien no se nueve. Esto provoca la ira del sobrino de Arturo, quien le dice al caballero que se deje de amenazas y dé el hachazo de una vez. El gigante lo hace con fuerza, pero solo produce una leve herida, y cae sangre en la nieve. La imagen de las gotas rojas sobre el frío manto blanco contiene una combinación de colores que se considera bella: recuérdese que a la hermosa dama del castillo se le describía siempre con esos colores («con barbilla y mejillas tan lindas, blancas con el rojo de las rosas, con labios risueños, y el aire del amor...», vv. 1204-1207). Cuando Gawain ve lo sucedido, en seguida se coloca el yelmo y el escudo, dispuesto a defenderse si acaso el Caballero Verde pretende darle algún otro hachazo (fuera de lo pactado hace doce meses).

El Caballero Verde le explica que los dos amagos correspondían a los días en que Gawain cumplió su pacto de intercambiar ganancias (pues se averigua ahora que el Caballero Verde es el castellano) y que el golpe que sí recibió era en pago de su fallo el tercer día: «Pues ese cinturón trenzado me pertenece a mí. Me doy perfecta cuenta de que mi propia esposa os lo dio» (vv. 2358-2359). Él mismo había pedido a su esposa que cortejase a Gawain para ponerlo a prueba. Gawain falló, no por codicia o por lujuria, sino por amor a su propia vida, lo cual es, según el Caballero Verde, menos censurable.

Gawain, avergonzado de su cobardía, devuelve el cinturón al caballero. Confiesa su flaqueza y se muestra dispuesto a cumplir la penitencia que el otro le imponga. El caballero le dice que ya se ha enmendado al confesar su pecado y con el hachazo recibido, y que está inmaculado como si nunca hubiese caído en falta alguna desde su nacimiento. El lenguaje de este pasaje es claramente cristiano. La búsqueda le ha servido a Sir Gawain para conocerse a sí mismo, para percatarse de sus propias limitaciones. Dentro de la simbología general del poema que comentamos antes, Gawain es el hombre que, después de concluir, muy a su pesar, el ciclo de la experiencia, se da cuenta de su condición pecadora, de la que solo la gracia de Dios puede redimirlo. El Caballero Verde le pide que se quede con el cinturón como recuerdo de la aventura de la Capilla Verde, y que regrese con él al castillo para disfrutar del festín.

Gawain contesta que ya debe retornar, y le pide que salude a la dama de su parte. Nombra los ejemplos bíblicos de las mujeres que, con sus tretas, burlaron a los hombres: Adán y Eva, Salomón y sus setecientas esposas y trescientas concubinas, Sansón y Dalila, David y Betsabé. Si varones tan insignes fueron engañados por ellas, Gawain debería ser excusado por haber caído en la trampa.

Gawain acepta el cinturón, para que le recuerde su pecado y, cuando saboree la gloria por su valor, tenga presente la flaqueza de la carne; para que cuando lo pique el orgullo, un vistazo al cinturón le devuelva la humildad. En este sentido, la función del cinturón es semejante a la que tenía el hacha al principio del poema, cuando la colgaron en la pared, donde sirviera de recordatorio a todos de la prueba que tenía que pasar Gawain.

Finalmente, una cosa más pide este: desea conocer el verdadero nombre del caballero. El otro se lo dice: Bertilak del Alto Desierto, y le explica que Morgana le Fay, con sus poderes hechiceros, le dio esa forma para poner a prueba el orgullo de la corte de Arturo y para que Ginebra se muriera del susto al verlo hablar con la cabeza en la mano. Resulta que la arpía que acompañaba a la joven dama del castillo era Morgana, tía del propio Gawain, por ser hermanastra de Arturo. Bertilak vuelve a pedirle a Gawain que se quede con ellos, pero él insiste en rehusar.

Gawain emprende a lomos de Gringolet el camino de regreso a la corte de Arturo, camino nuevamente lleno de penalidades. Es bienvenido en Camelot, donde cuenta sus tribulaciones. Se decide que, para consuelo de Gawain, todos los caballeros lucirán como él un cinturón verde. Aquí lo que se simboliza es que el que regresa de su búsqueda y se incorpora de nuevo a la sociedad humana ve en sus congéneres la marca de su propia condición, lo que le recuerda constantemente que debe ser humilde y confiar en la gracia divina.

Sir Gawain and the Green Knight, por su riqueza, se presta a numerosas interpretaciones simbólicas. El esquema de la búsqueda, común a buena parte de la literatura artúrica, es símbolo universal del esfuerzo humano por alcanzar la divinidad, por hallar el centro. En este caso, el protagonista es puesto a prueba al obligársele a tomar decisiones de índole moral en las que entran en conflicto obligaciones contradictorias, como cuando debe respetar el honor de su anfitrión sin desairar a la dama que solicita su atención. El camino hacia la Capilla Verde no es fácil; está plagado de obstáculos y peligros, que el héroe debe atravesar para acercarse a un destino que, dentro de su corazón, teme, pero que es necesario para que llegue a conocerse a sí mismo. Para disfrutar de todo el valor de este hermosísimo poema haría falta un estudio más pausado que el que estas líneas han pretendido.

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