¡Atended! Contaré el más preciado de los sueños que tuve en la medianoche cuando los hombres mortales estaban hundidos en el descanso. Me pareció ver un Árbol maravilloso alzarse en el aire, la más lustrosa de las cruces rodeada de luz. Brillantemente ese estandarte estaba dorado con oro; joyas lo adornaban hermosas al pie, cinco en los brazos, fulgiendo en esplendor. Por toda la creación los ángeles de Dios [10] la contemplaban reluciente, ¡no una cruz ignominiosa! Espíritus santos miraban su resplandor, los hombres sobre la tierra y toda esta gran creación.
Maravilloso aquel Árbol, aquel Signo de triunfo, ¡y yo trasgresor manchado con mis pecados! Miré a la Cruz aparejada en gloria, brillando en belleza y dorada con oro. La Cruz del Salvador cubierta de gemas. Pero a través de la orfebrería lucía más una señal del antiguo mal de hombres pecadores [20] donde la Cruz en su costado derecho una vez sudó sangre. Entristecido y apenado, acongojado por el terror de la maravillosa Visión, vi a la Cruz cambiando rápidamente vestimenta y aspecto, ora mojada y manchada con la Sangre manando, ora hermosamente enjoyada con oro y gemas.
Luego, mientras estaba tumbado, largo rato miré con compasión y tristeza el Árbol de mi Salvador, hasta que oí en sueños cómo la Cruz me hablaba, de todos los maderos el más digno, diciendo estas palabras:
[30] «Hace muchos años (bien, sin embargo, lo recuerdo) me talaron al borde del bosque, me cortaron el tronco; fuertes enemigos me cogieron, para un espectáculo me labraron, patíbulo para bribones. Sobre los hombros me llevaron a la cima, me afianzaron firmemente, ¡un ejército de enemigos!
«Luego vi al Rey de toda la humanidad con valeroso ánimo apresurarse a subírseme encima. Rehusar no osé, ni doblarme ni romperme, aunque sentí los confines de la tierra temblar de miedo; [40] a todos los enemigos podría talar, aún así me mantuve firme.
«Luego el joven Guerrero, Dios, el Todopoderoso, se quitó las vestiduras, resuelto y fuerte; con señorial coraje a la vista de muchos se subió a la Cruz para redimir a la humanidad. Cuando el Héroe me agarró temblé de terror, pero no me atreví a doblarme ni a torcerme hacia la tierra; debía necesariamente permanecer firme. Alzado como la Cruz mantuve al Alto Rey, Señor de los cielos. ¡No osé doblarme! Con negros clavos me atravesaron, [50] esos pecadores me punzaron; las marcas son claras, las heridas abiertas. No osé herir a ninguno. Se mofaban de los dos. Estaba mojada con la sangre del costado del Héroe cuando exhaló el espíritu.
«Muchos tormentos sufrí en esa ladera viendo al Señor en agonía extendido. Negras tinieblas cubrieron con nubes el cuerpo de Dios, ese esplendor radiante. La sombra avanzó oscura bajo el cielo; toda la creación lloró lamentando la muerte del Rey. Cristo estaba en la Cruz.
[60] «Luego muchos llegaron rápidamente, venidos de lejos, apresurándose hacia el Príncipe. Lo contemplé todo. Amargamente afectado por la pena con docilidad me agaché a las manos de los hombres. Del grave y amargo dolor levantaron a Dios Todopoderoso. Esos guerreros me dejaron cubierto de sangre; tenía heridas de lanzas. Con los miembros cansados lo soltaron en el suelo; estaban ante su cabeza, miraban al Señor de los cielos tendido descansando de la amarga ordalía totalmente exhausto. A la vista del verdugo le hicieron un sepulcro excavado en la brillante piedra; [70] en él dejaron al Señor del triunfo. Al anochecer tristemente cantaron las endechas y fatigadamente se alejaron del Príncipe señorial; allí se quedó quieto y solo.
«Allí de pie mucho tiempo estuvimos afligidamente llorando después de que el lamento de los hombres se hubiera consumido. El cuerpo se enfrió, la hermosa morada de vida. A tierra los hombres nos hacharon y talaron, ¡severo destino! Cavaron una fosa y nos enterraron hondo. Pero allí los amigos y seguidores de Dios me hallaron [80] y me adornaron con tesoro de plata y oro. [...]»