Fuentes primarias:
Traducción española:
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[El nacimiento de Arturo y la espada en la piedra]
Entonces la gravidez de la reina Igraine se hacía cada día más y más notable. Así aconteció luego, al cabo de medio año, cuando el rey Uther yacía junto a la reina, que le preguntó por la fe que le debía de quién era el hijo que llevaba en el cuerpo. Entonces ella sentía rubor de darle una respuesta.
—No desmayéis —dijo el rey—, sino decidnos la verdad, y os amaré aún mejor, por la fe de mi cuerpo.
—Señor —dijo ella—, os diré la verdad. La misma noche que murió mi señor, a la hora de su muerte, según recuerdan sus caballeros, llegó a mi castillo de Tintagel un hombre parecido a mi señor en habla y [10] porte, y acompañado por dos caballeros parecidos a sus dos caballeros Brastias y Jordanus, así que me acosté con él como era mi obligación con mi señor; y esa misma noche, como responderé ante Dios, este hijo me fue engendrado.
—Es cierto —dijo el rey— lo que decís, pues fui yo mismo el que llegó con ese aspecto. Y por tanto, no desmayéis, pues soy padre del niño —y le contó todo el caso, cómo fue por consejo de Merlín. Entonces la reina se regocijó mucho al saber quién era el padre de su hijo.
Pronto llegó Merlín al rey y le dijo:
—Señor, debéis preparaos [20] para la crianza de vuestro hijo.
—Como queráis —dijo el rey— sea.
—Bien —dijo Merlín—, conozco un señor vuestro en esta tierra que es hombre honrado y fiel, y el tendrá la crianza de vuestro hijo; su nombre es sir Ector, y es señor de hermosos estados en muchas partes de Inglaterra y Gales. A este señor, sir Ector, hacedlo llamar para que venga a hablar con vos, y pedidle que, pues os ama, que ponga a su propio hijo a criar con otra mujer y que su esposa críe al vuestro. Y cuando el niño nazca, que se me entregue en aquella puerta trasera sin bautizar.
[30] Como Merlín dispuso, así se hizo. Y cuando sir Ector había llegado, hizo promesa al rey de criar al niño como deseaba el rey; y el rey concedió a sir Ector grandes galardones. Luego, cuando la señora dio a luz el rey ordenó a dos caballeros y dos damas que se llevaran al niño, envuelto en un paño de oro:
—Y dádselo al pobre que encontréis en la puesta trasera del castillo.
Así le entregaron el niño a Merlín, que se lo llevó a sir Ector e hizo que un santo lo bautizara y le pusiera el nombre de Arturo. Y así la esposa de sir Ector lo crió de su propio pecho.
Luego, al cabo de dos años, el rey Uther enfermó de un gran mal. Y [40] entretanto sus enemigos le usurparon y le hicieron batalla a sus hombres y mataron a mucha de su gente.
—Señor —dijo Merlín—, no podéis seguir así tumbado, debéis ir al campo de batalla, aunque sea en litera. Pues nunca derrotaréis a vuestros enemigos salvo que esté vuestra persona, y entonces tendréis la victoria.
Se hizo como dispuso Merlín, y llevaron al rey en una litera con una gran hueste hacia los enemigos, y en Saint Albans se enfrentó al rey una gran hueste del norte. Y ese día sir Ulfius y sir Brastias hicieron grandes hazañas de armas, y [50] los hombres del rey Uther superaron al ejército norteño, y mataron a muchos y pusieron en fuga al resto; y entonces el rey regresó a Londres y celebró la victoria.
Y entonces enfermó muchísimo, tanto que durante tres días y tres noches quedó sin habla; por ello todos los barones se lamentaron y le preguntaron a Merlín cuál era el mejor consejo.
—No queda más remedio —dijo Merlín— que lo que Dios quiera. Pero ocupaos de que todos los barones estén ante el rey Uther mañana, y Dios y yo lo haremos hablar.
Así que por la mañana todos los barones, con Merlín, llegaron ante el [60] rey. Entonces Merlín se dirigió en voz alta al rey Uther:
—Señor, ¿será vuestro hijo Arturo rey, cuando acabe vuestro tiempo, con todos los privilegios?
Entonces Uther Pendragon se volvió y dijo de modo que todos lo oyeran:
—Le doy la bendición de Dios y la mía, y le pido que ore por mi alma, y legítima y honorablemente que reclame la corona, so pérdida de mi bendición— y con estas palabras expiró.
Y luego fue enterrado como corresponde a un rey, y la reina, la hermosa Igraine, se lamentó mucho y todos los barones.
Luego estuvo el reino en gran peligro mucho tiempo, pues todo señor [70] poderoso en hombres se reforzaba y muchos esperaban ser rey. Entonces Merlín fue al arzobispo de Canterbury y le aconsejó hacer llamar a todos los señores del reino y a todos los caballeros de armas, para que se presentaran en Londres por navidad so pena de excomunión, y por causa de que Jesús, que nació esa noche, por su gran misericordia mostraría algún milagro, ya que había venido a ser rey de la humanidad, para mostrar con un milagro quién debía ser rey legítimo de este reino. Así que el arzobispo, por consejo de Merlín, hizo llamar a todos los señores y caballeros de armas para que vinieran por nochebuena a Londres; y muchos de ellos [80] se limpiaban la vida para que sus plegarias le fueran más aceptables a Dios.
Así, en la mayor iglesia de Londres —si era la de Pablo o no, no lo menciona el libro francés— estaban todos los estados mucho antes del día en la iglesia para orar. Y cuando los maitines y la primera misa habían acabado se vio en el camposanto frente al altar mayor una gran piedra cuadrada, como una piedra de mármol, y en medio había como un yunque de acero de un pie de alto, y en él estaba clavada una hermosa espada, desenvainada, por la punta, y había letras escritas en oro junto a la espada que decían: «EL QUE SAQUE ESTA ESPADA DE ESTA [90] PIEDRA Y YUNQUE HABRÁ NACIDO REY LEGÍTIMO DE TODA INGLATERRA».
—Ordeno —dijo el arzobispo— que sigáis dentro de la iglesia y continuéis orando a Dios; que nadie toque la espada hasta que haya concluido la misa mayor.
Así que cuando todas las misas hubieron terminado todos los caballeros fueron a contemplar la piedra y la espada. Y cuando vieron la inscripción algunos lo intentaron, los que querían ser rey, pero ninguno pudo mover la espada ni sacarla.
—No está aquí —dijo el arzobispo— el que obtendrá la [100] espada, pero sin duda Dios lo dará a conocer. Pero es mi consejo —dijo el arzobispo— que elijamos diez caballeros, hombres de buena fama, para que vigilen esta espada.
Así se ordenó, y luego se hizo un pregón de que intentasen todos los que quisieran ganar la espada. Y el día de año nuevo los barones prepararon una justa y un torneo, y todos los caballeros que quisieran podían participar. Y todo esto se ordenó para mantener juntos a señores y comunes, pues el arzobispo confiaba en que Dios le haría saber quién habría de ganar la espada.
Así que el día de año nuevo, cuando había terminado el servicio, los barones [110] salieron a caballo al campo, unos a las justas y otros al torneo. Y sucedió que sir Ector, que tenía un gran dominio cerca de Londres, acudió a las justas, y con él montaba sir Kay, su hijo, y el joven Arturo, su hermano de leche; y sir Kay había sido armado caballero el día de todos los santos. Yendo hacia el terreno de justas, sir Kay había perdido la espada, pues se le había quedado en casa de su padre, así que le pidió al joven Arturo que le fuera a buscar la espada.
—De grado lo haré —dijo Arturo, y salió cabalgando por la espada.
Y cuando llegó a casa, la señora y todos habían salido a ver las justas. Entonces Arturo se encolerizó y se dijo:
—Iré al [120] camposanto y cogeré la espada que está clavada en la piedra, pues mi hermano sir Kay no estará sin espada este día.
Así que, al llegar al camposanto, sir Arturo se apeó y ató el caballo a la escala, y así fue a la tienda y no halló en ella a ningún caballero, pues estaban en las justas. Y así asió la espada por el mango, y fácil y fieramente la sacó de la piedra, y cogió el caballo y montó hasta llegar a su hermano sir Kay y le entregó la espada. Y en cuanto sir Kay vio la espada supo bien que era la espada de la piedra, así que fue hasta su padre sir Ector y dijo:
—Señor, mirad, he aquí la espada de la piedra, así que debo ser rey de [130] esta tierra.
Cuando sir Ector observó la espada, dio la vuelta y llegó a la iglesia, y allí se apearon los tres, y entraron en la iglesia, y en seguida hizo jurar a sir Kay sobre un libro cómo consiguió esa espada.
—Señor —dijo sir Kay—, por mi hermano Arturo, pues él me la trajo.
—¿Cómo conseguisteis esta espada? —le dijo sir Ector a Arturo.
—Señor, os lo diré. Cuando vine a casa por la espada de mi hermano, no hallé a nadie en casa para que me diera su espada. Así que pensé que mi hermano sir Kay no había de estar sin espada, y así vine aquí decidido [140] y la saqué de la piedra sin ninguna dificultad.
—¿Encontrasteis caballeros junto a la espada? —dijo sir Ector.
—No —dijo Arturo.
—Ahora —le dijo sir Ector a Arturo— entiendo que debéis ser rey de esta tierra.
—¿Por qué yo? —dijo Arturo—, ¿y por qué causa?
—Señor —dijo sir Ector—, porque Dios lo quiere así; porque ningún hombre había de sacar esta espada salvo el que será legítimo rey de esta tierra. Ahora dejad que vea si podéis poner la espada como estaba y volverla a sacar.
[150]—Eso no es maestría ninguna —dijo Arturo, y la puso en la piedra. Después sir Ector intentó sacar la espada y no pudo.
—Ahora inténtalo —le dijo sir Ector a sir Kay. Y en seguida tiró de la espada con todas sus fuerzas, pero no pudo ser.
—Ahora intentadlo vos —le dijo sir Ector a Arturo.
—Con gusto lo haré —dijo Arturo, y la sacó fácilmente.
Y entonces sir Ector se arrodilló en tierra, y sir Kay.
—¡Ay! —dijo Arturo—, mi propio padre y mi hermano, ¿por qué os arrodilláis ante mí?
—No, no, mi señor Arturo, no es así. Nunca fui vuestro padre ni [160] de vuestra sangre, pero sé bien que sois de sangre más elevada de lo que pensé que erais.
Y entonces sir Ector le contó todo de cómo se lo habían confiado para criarlo y por orden de quién, y que lo había entregado Merlín.