1.1 1.2 1.3 2.1 2.2 2.3 3.1 3.2 3.3 3.4 4.1 4.2 4.3 5.1 5.2
[1.1] En Venecia. Rodrigo, pretendiente de Desdémona, y Yago, alférez de Otelo, comentan la última noticia: que Desdémona se ha escapado de casa para casarse en secreto con Otelo. Tras expresar Yago su rencor hacia este por no haberlo elegido a él sino a Casio como lugarteniente, Yago y Rodrigo llaman a voces a Brabancio, padre de Desdémona, y lo ponen al corriente de la fuga de su hija. Brabancio decide hacerle pagar al moro los encantamientos con que —dice él— ha seducido a su hija. Al mismo tiempo, Yago corre a unirse a Otelo, para parecerle leal.
[1.2] Acuden a Otelo Casio y los sirvientes del Duque para llamarlo a una reunión urgente, pues los turcos se disponen a atacar Chipre. En esto llegan Brabancio y compañía dispuestos a arrestar a Otelo. Como este ha sido reclamado en misión oficial, acuerdan asistir todos juntos a presencia del Duque,
[1.3] donde, tras escuchar a Desdémona, se sabe que esta se ha casado con Otelo por su gusto, y luego se decide que este salga a la mañana siguiente hacia Chipre. Desdémona solicita que se le permita acompañar a su marido. Cuando Yago y Rodrigo vuelven a quedar solos, aquel le ofrece a este la esperanza de poder gozar a Desdémona y ponerle los cuernos al moro. Por fin, Yago, en el soliloquio con que termina este acto, declara su odio a Otelo, recuerda los rumores según los cuales Otelo le había puesto los cuernos a él, y, aunque no está seguro de que sean ciertos, decide vengarse de él y, al mismo tiempo, de Casio, aprovechando la ingenuidad del moro.
[2.1] En Chipre. Montano, gobernador de Chipre, y otros dos caballeros tienen noticias de que la formidable tormenta que contemplan ha terminado con el peligro de invasión turca, pero al mismo tiempo se preocupan de la suerte de Otelo, quien no ha llegado aún a la isla. Al tomar puerto un barco, Casio, que se encontraba ya en tierra, recibe a Desdémona con mucha cortesía. Esta viene acompañada de Yago y todos juntos aguardan a Otelo, cuya nave no ha arribado. Casio saluda a Emilia, esposa de Yago, el cual comienza a hablar mal de ella y, después, de todas las mujeres. Aparece Otelo y los recién casados se reencuentran con vivas muestras de alegría. Yago se promete arruinar esa felicidad, y, cuando queda a solas con Rodrigo, le dice que Desdémona está enamorada de Casio, como es natural, pues, una vez saciada de su deseo por Otelo, busca alguien más apropiado a su edad, modales y belleza. Concierta con Rodrigo un plan para provocar un motín y lograr así la destitución de Casio.
[2.2] Un pregonero proclama la celebración del final del peligro turco y la de las nupcias de Otelo.
[2.3] Otelo y Desdémona se retiran, y Casio queda encargado de la guardia. Yago lo invita a beber con otros caballeros, todo con el propósito de emborracharlo. Cuando ocupa su puesto, Casio es provocado por Rodrigo y, fuera de sí, acaba peleando con Montano, quien trataba de calmarlo. Oyendo el alboroto, Otelo acude a enterarse de lo que pasa. Entonces Yago finge quitar importancia a la falta de Casio (para quedar bien ante Casio, y para que Otelo crea que la falta de este fue grave y que, por amistad, Yago intenta suavizarla), pero con cuidado de no ofender a Montano. Luego Casio, a solas con Yago, se lamenta de haber perdido su reputación, y este le aconseja que acuda a Desdémona para que ella interceda por él ante Otelo. Yago quiere aprovechar el momento en que Casio se acerque a Desdémona para sembrar sus calumnias en Otelo. Yago pide paciencia a Rodrigo, insistiendo en su promesa de que gozará a Desdémona.
[3.1] Por la mañana, Casio está con los músicos que tocan para los recién casados. Aparece un bufón con el recado de que no hace falta que toquen mucho.
[3.2] Yago se ofrece para que su esposa ayude a Casio a acceder a Desdémona.
[3.3] Casio se entrevista, en presencia de Emilia, con Desdémona, la cual le promete convencer a Otelo para que lo reciba de nuevo a su servicio. Al ver llegar a Otelo, Casio se esfuma discretamente, lo cual aprovecha Yago para empezar a sembrar dudas en Otelo. Desdémona intercede ante su marido en favor de Casio y, después de convencerlo para que hable con él, se retira. Yago y Otelo quedan solos. El primero prosigue con sus razones acerca de los celos, y Otelo declara que no los siente en absoluto, aunque la duda ya empieza a bullir en su corazón. Cuando regresa Desdémona, Otelo, al verla, se siente aliviado, y se reprende por haber llegado a dudar de la castidad de su esposa. Le duele la cabeza, y Desdémona, al querer vendársela, pierde el pañuelo que el moro le había regalado como prenda de amor. Emilia lo recoge, y, recordando que su marido Yago le había pedido muchas veces que lo robara, se lo da a este, quien se propone dejarlo en el alojamiento de Casio para dar una prueba a los celos de Otelo. En esto aparece Otelo, quien pide apasionadamente a Yago que pruebe sus acusaciones o se disponga a sufrir el efecto de su ira. Yago lo calma y le recuerda que es difícil sorprender a los amantes in fraganti. Entonces le cuenta a Otelo que recientemente ha tenido ocasión de dormir con Casio y que este, hablando en sueños, se ha delatado, aunque —para que no parezca que acusa a Casio, Yago se apresura a decir— eso solo es un sueño. A continuación le dice que ha visto en el alojamiento de Casio el pañuelo de Desdémona. Otelo ya no precisa oír más: sus celos se han desatado.
[3.4] Desdémona se lamenta de haber perdido el pañuelo. Le pregunta a Emilia por él, y esta le miente diciendo que no sabe nada. Entra Otelo, y con cualquier pretexto pide el pañuelo a Desdémona para averiguar si lo tiene. Tras oír los poderes mágicos que tiene el pañuelo, Desdémona no se atreve a reconocer que lo ha perdido. Otelo monta en cólera, pues cree reconocer en las evasivas de Desdémona la prueba de su infidelidad. Cuando se ha ido Otelo, entran Casio y Yago. Desdémona le dice al primero que no ha podido defender su causa porque Otelo estaba de mal humor. Entonces Yago se ofrece para ir a calmarlo. Emilia empieza a sentirse culpable de los celos de Otelo. Al final se queda Casio solo, y aparece su amante, Bianca. Casio, que espera a Otelo, la despide pronto, pues considera que no es conveniente para él que Otelo lo vea con una mujer, y le encarga una réplica del pañuelo que ha encontrado en su alojamiento.
[4.1] Otelo y Yago conversan. Otelo, por efecto de los celos, se desmaya. Entra Casio y pregunta qué sucede. Yago dice que es un ataque de epilepsia, y que Otelo se recuperará espontáneamente. Le pide a Casio que se retire pero que vuelva más tarde para hablar. Cuando Otelo vuelve en sí, Yago le propone que se oculte en un escondite para escuchar la conversación que va a sostener con Casio. Cuando este aparece, Yago lo hace hablar de su amante Bianca. Casio se burla y habla mal de ella. Otelo, que engañado cree que Casio habla de Desdémona, ya empieza a clamar venganza. En esto entra Bianca a devolverle a Casio el pañuelo, ofendida porque Casio no supiera qué «ramera» lo había dejado olvidado en su casa. Al oír estas palabras de Bianca, a Otelo le hierve la sangre. Cuando queda Yago solo, sale Otelo de su escondite preguntando cómo ha de matar a Casio. A continuación, llega Ludovico de Venecia, y Otelo, presa de los celos, pega a Desdémona delante de él. Cuando Ludovico se queja de este comportamiento, Otelo le insinúa si quiere él también algo con Desdémona.
[4.2] Otelo interroga a Emilia. Como esta declara la castidad de su señora Desdémona, Otelo concluye que Emilia es su alcahueta. Otelo manda llamar a Desdémona para decirle abiertamente que la considera una ramera, sin más explicaciones. Luego Desdémona se queda sola con Emilia, quien llama a Yago. Emilia asegura que la actitud de Otelo debe ser culpa de algún ruin que lo ha engañado con calumnias. Yago responde que eso no puede ser. Después Yago, a solas con Rodrigo, intenta persuadirlo para que mate a Casio aprovechando que se ha citado con Bianca para cenar.
[4.3] Otelo ha recuperado un poco la compostura. Emilia y Desdémona lo comentan. Esta afirma que ama a Otelo, y que lo seguirá amando aunque él la repudie. Desdémona canta una «canción al sauce», que aprendió de una criada de su madre, cuando el hombre al que amaba la abandonó. Desdémona dice que le resulta increíble que haya mujeres capaces de engañar a sus maridos. Emilia la contradice. Desdémona le da las buenas noches.
[5.1] En una noche oscura, Yago y Rodrigo se disponen a matar a Casio. Yago quiere librarse de Rodrigo, para no tener que responder de su trato con él. Casio hiere a Rodrigo, y Yago a Casio. Ludovico y Graciano, que oyen las voces de Casio pidiendo auxilio, no se atreven a acercarse por miedo a que se trate de una trampa. En esto aparece Yago con una luz. Se acerca a Casio para preguntarle por lo ocurrido (¡como si él no lo supiese!), y aprovecha para apuñalar a Rodrigo, acusado de ser uno de los asaltantes de Casio. Entra Bianca, y Yago quiere hacerla pasar por sospechosa. Yago ordena a Emilia que vaya a enterar a Otelo de lo sucedido.
[5.2] Otelo, en la alcoba donde duerme Desdémona, reflexiona antes de asesinarla. Si lo hace, luego no podrá repararlo. La besa. Desdémona trata de ganar tiempo para que su marido no la mate. Le jura que siempre le ha sido fiel. Otelo la estrangula. Llega Emilia a comunicar la muerte de Rodrigo, y descubre a Desdémona, la cual, en sus últimas palabras, miente para proteger a Otelo, quien empieza a darse cuenta de cómo lo amaba su esposa. Emilia increpa a Otelo, y averigua, por lo que este le replica, la intriga urdida por Yago. Con grave riesgo para su vida, Emilia llama a voces proclamando el asesinato. Acuden Montano, Graciano y Yago. Cuando Emilia quiere aclarar lo ocurrido, su marido la manda callar y le ordena que vaya a casa. Ella desobedece. Otelo, enfurecido, se dispone a atacar a Yago, cuando Montano lo ataja. Yago apuñala a Emilia, y sale. Montano y Graciano dejan a Otelo encerrado y, según creen, desarmado. Pero no es así, y, llamando a Graciano, se lamenta de lo que ha hecho. Cuando llega Casio, se comprueba el respeto y cariño que aún siente por Otelo. Este se suicida. Casio queda al mando de Chipre.