Traducciones al inglés moderno:
Traducción española:
Sir Gawain and the Green Knight es el poema del ciclo artúrico que más destaca en la literatura inglesa de la Edad Media. Consta de 101 estrofas de desigual longitud y un total de 2530 versos. La obra se divide en cuatro cantos, si bien la numeración de estos y de las estrofas así como el título del poema son añadidos modernos que no figuran en el manuscrito. A continuación repasaremos el relato y comentaremos algunos de los símbolos más sobresalientes.
[1-6] En los versos iniciales se traza la ascendencia troyana de los reyes bretones y se resalta al más distinguido de todos, Arturo, en cuya corte se produce el portento que este lay narra. La acción comienza en Camelot cuando los caballeros se hallan reunidos celebrando las navidades. «El año era tan joven que la noche anterior había visto su nacimiento.» Hay, pues, un paralelismo entre el nacimiento de Cristo, que celebra la festividad religiosa, y el del propio año: es el solsticio de invierno, momento a partir del cual los días serán cada vez más largos. Representa una renovación, un ciclo nuevo que empieza, sentido que será reforzado por otros símbolos que encontraremos en el texto. En la estrofa 5 se nos dice que Arturo permanece firme y fuerte, y joven como el propio año. Por otro lado, las alegrías en el calor de la corte preparan el contraste con el crudo invierno en el que Gawain habrá de aventurarse.
Los caballeros se intercambian regalos de año nuevo. Se disponen a comer, pero Arturo anuncia que no probará bocado en ocasión tan especial hasta haber oído contar una aventura o hasta que algún desconocido llegue para justar con uno de sus fornidos caballeros. Al llegar el primer plato suenan las trompetas de las que cuelgan estandartes con engalanados blasones, tambores y gaitas. No caben en las mesas tantas viandas como se sirven.
[7-10] En esto llega un caballero imponente y gigantesco, pero, no obstante, elegante y proporcionado. Es decir, este personaje se nos presenta con caracteres ambiguos: causa horror y, al mismo tiempo, es de admirar su distinción. Está magníficamente ataviado de verde, luce espuelas de oro, etc., y lleva bordados pájaros y mariposas. El color y estas formas nos permiten interpretar que esta singular figura está representando una vez más la renovación, más concretamente, la primavera. Más adelante en el poema el propio Gawain causará en los que lo contemplan vestido de verde la impresión de estar viendo la primavera misma. La guarnición del caballo del visitante es igualmente maravillosa, con piedras verdes, y el corcel, como su jinete, es verde y enorme. El cabello del hombre es del mismo color verde que las crines de su montura, y tiene la barba poblada (el adjetivo que se emplea en el texto es bushy, literalmente «como un arbusto»). Ambos están adornados en verde y oro, con toda suerte de piedras preciosas.
El caballero es tan fuerte que un golpe suyo ha de ser mortal de necesidad. Sin embargo, no porta yelmo, armadura, escudo o lanza, sino meramente un ramo de acebo en una mano («acebo que está más verde cuando la arboleda está flaca y desnuda») y un hacha aterradora en la otra, hacha con encaje de oro y acero verdes, y de brillante hoja. El acebo es un arbusto de hoja perenne, o sea, siempre verde (evergreen); de ese modo, hace juego con el color del caballero. Además simboliza su propia inmortalidad (está a punto de ser decapitado y saldrá con vida de ello). El acebo es además símbolo de la Navidad y del Cristo inmortal, y sus bayas rojas representan su sangre. Luego, cuando Gawain le corte el cuello al Caballero Verde, la roja sangre brillará sobre el fondo verde, como hace en el acebo.
Cuando se presenta en la corte, el caballero avanza y pregunta: «¿Quién gobierna esta reunión? Desearía verlo con mis ojos y hablar con él».
[11-12] Todos observan, asombrados de que haya caballo y jinete tan verdes cono la hierba (nueva referencia a la vegetación). Todos piensan que se trata de un fantasma del País de las Hadas (v. 240; en el v. 681 se le describirá con el adjetivo unearthy, «sobrenatural») y callan. Solo Arturo le responde, identificándose como cabeza de la casa. Invita al caballero a desmontar y unirse a la fiesta. Él rehúsa, y explica que lo ha traído la fama de la corte del rey Arturo. Viene en son de paz, como lo demuestra el que no lleve las armas apropiadas; pero desea comprobar si es cierto que los caballeros de esta corte son tan valientes como se dice.
[13-18] Pide al que se atreva que le propine un hachazo, que él no opondrá resistencia alguna; ahora bien, pone la condición de que quien lo haga habrá de acudir a él, transcurridos un año y un día, para recibir el mismo golpe. Analizado simbólicamente, este plazo corresponde con la culminación de un ciclo, y no podemos dejar de asociarlo con el mismo hecho de que el número de estrofas del poema sea justamente ciento una (una centena —unidad grande— más una pequeña, igual que el año —ciclo largo— más el día). En otros lugares (por ejemplo, en la estrofa 17) el término se expresa diciendo «doce meses».
El estupor general al oír las razones del gigante impide que nadie reaccione. El Caballero Verde se burla: ¿es esta la famosa corte de Arturo? El propio rey, algo irritado, contesta que él mismo asestará el hachazo, si es que así lo desea el visitante. Cuando el Caballero Verde está a punto de recibir impasible el golpe del rey, Gawain solicita a Arturo que lo deje ocuparse a él de esta lucha, y lo hace con palabras de alabanza al soberano y suma modestia: «Si se perdiera mi vida, se echaría menos en falta». Arturo accede. El Caballero Verde desea saber el nombre de Gawain y que se comprometa a cumplir el pacto, y lo hace jurar: habréis de «buscarme vos mismo en el lugar donde juzguéis que podáis encontrarme, y recibir vuestro pago» (vv. 95-96). Gawain pregunta entonces por el nombre del caballero y el punto donde habrá de ir. Se le responde que lo sabrá después de dar el hachazo y que, si acaso el caballero fuese entonces incapaz de decírselo, Gawain podría considerarse libre del compromiso.
[19-21] Gawain decapita al forastero. Se ha dicho que este descabezamiento puede ser la racionalización de un rito primitivo de fertilidad, llevado a cabo en invierno para garantizar el retorno de la primavera. Si bien esta explicación no es imprescindible para la lectura simbólica que estamos haciendo del poema, no puede negarse que concuerda perfectamente con los símbolos vegetales que estamos señalando y con la estación en que sucede este episodio. Por otro lado, ya comentamos la imagen que produce la sangre sobre las vestimentas verdes. La cabeza rueda, y el resto del cuerpo, en lugar de caer, se dirige a recogerla. La sostiene en alto con una mano, mientras insta a Gawain a que cumpla ahora su parte del acuerdo: que vaya a la Capilla Verde a recibir el golpe que él mismo ha dado, y le dice: «Estrictamente merecéis la debida redención en el día de Año Nuevo. Por el nombre del Caballero de la Verde Capilla me conocen muchos; así pues, si preguntáis por mí, me hallaréis» (vv. 452-455). Si bien la redención de que se habla se refiere al pacto, no puede evitarse la referencia a las implicaciones cristianas del término. Cuando lleguemos a la parte final del poema comprobaremos cómo el vocabulario se torna más explícitamente cristiano, y la redención es también la de los pecados. Dichas estas palabras, el decapitado sale a caballo, cabeza en mano, sin que nadie sepa hacia dónde, de igual modo que nadie podría decir de dónde había venido. Gawain y Arturo vuelven a reírse del Caballero Verde. Aunque estupefacto por dentro, el rey lo disimula. La famosa hacha se cuelga donde todos los hombres puedan verla y maravillarse. ¿Cuál es el sentido simbólico de esta exhibición del hacha? Sin duda, recuerda a Gawain la prueba a la que se ha de enfrentar; pero, expuesta a la vista de todos, parece querer decir que todos habrán de someterse a la misma alguna vez. Si, como quieren algunas interpretaciones, lo que ha de pasar Gawain es el ciclo de la experiencia, es indudable que ello es común a toda la humanidad. Obsérvese además que el hacha no es arma caballeresca; es más propia de seres ruines en la literatura medieval. Sin embargo, esta no es un hacha cualquiera, sino que está construida con metales preciosos. Esta doble naturaleza, vil y noble, puede corresponder con la propia condición humana, imperfecta, pero con anhelos de perfección, o, si preferimos la nomenclatura cristiana, pecadora pero tendente hacia Dios.