[46-55] Al alba, después de misa, sale el señor a la caza de la cierva. Al mismo tiempo, Gawain despierta oyendo un leve sonido: es la señora que entra en su estancia. Él finge estar dormido para evitar la embarazosa situación; finalmente decide abrir los ojos y averiguar qué desea la dama. Se trata de la primera tentación. Con grandes halagos a la cortesía de Gawain, dice la señora que muchas damas desearían tenerlo en sus brazos como ella ahora. Él se excusa cortésmente: «todo el tiempo ella actuaba como si lo adorase; pero Sir Gawain estaba en guardia con modos gentiles» (vv. 1281-1282). Nótese el «como si»; queda claro desde el principio que la señora está tentando al caballero.
Antes de despedirse, la dama se queja de que parece increíble que Gawain, receptáculo de virtud y cortesía, no le haya dado un beso. Gawain accede, y la dama lo besa. El resto del día lo pasa Gawain con las dos damas, la joven y la anciana. Aquí se puede ver un significado numérico: cuando Gawain está con la dueña, la situación es comprometida para él; luego, cuando la pareja se convierte en trío por la presencia de la otra mujer, se restablece el orden, y todos lo pasan bien.
Cuando vuelve el señor con sus piezas cazadas, intercambian triunfos: Sir Gawain le da el beso, aunque rehúsa explicar cómo lo ha obtenido; de esa forma muestra dos virtudes: honor, al cumplir su palabra, y cortesía, al callar lo sucedido.
[56-67] Deciden renovar el trato, y al día siguiente vuelve a marcharse el señor muy temprano, «cuando el gallo solo había cantado tres veces», a la caza del jabalí. (Como estamos comprobando, todo sucede tres veces en este poema, incluidas las tentaciones y las cacerías.) La del jabalí es más difícil, porque se desarrolla en terrenos complicados, entre espinos, y requiere más valor para enfrentarse al animal. Como se verá, las cacerías del poema son cada vez más difíciles, en justa correspondencia con las tentaciones a que se expone Gawain, también cada vez más difíciles de vencer. Por otra parte, el jabalí era el plato navideño tradicional de la nobleza, y la cabeza se llevaba al salón con gran ceremonia, lo cual puede resultar anecdótico, pero al menos tiene sentido en un poema que gira en torno a la decapitación (del Caballero Verde primero, y de Gawain después).
Mientras, en el castillo, la dama vuelve a visitar a Sir Gawain, reprobándole su falta de cortesía con ella al no devolverle el beso. Gentilmente él replica que no lo hizo por miedo a ser rechazado. Ella alega que nadie podría negársele, siendo él tan fuerte. Él explica que en su país no están bien consideradas las amenazas o los regalos ofrecidos sin buena voluntad. Ella le da un beso. Llega la segunda tentación: el amor es virtud fundamental de los caballeros, y, sin embargo, el más famoso de ellos, se queja la dama, no le ha dicho todavía una palabra amorosa a ella: «Deberíais estar impaciente por mostrar a una joven vuestros conocimientos en el arte del amor cortés. ¿Acaso sois ignorante, con todo vuestro renombre? ¿O me juzgáis demasiado torpe para beber de vuestros galanteos?» (vv. 1526-1529). Él elude el aprieto con cortesía y humildad: ¿cómo instruir en el amor cortés a una que sabe de ello más que cien caballeros? (No es necesario ver un simbolismos particular en esta cifra, si bien es cierto que es una centena, y las connotaciones son positivas: es la unidad potenciada.) «De ese modo la augusta señora lo tentaba y ponía a prueba con preguntas que intentaban hacerlo caer en la maldad..., pero él se defendió con tal firmeza que no apareció falta alguna...» (vv. 1549-1551) Igual que en la anterior ocasión, el poeta desvela que lo que hace la dama es tentar a Gawain, que es una prueba, y que ella no actúa impulsada por el deseo. Al separarse, ella le da otro beso.
Cuando vuelve el castellano con el jabalí, se intercambian las ganancias, y Sir Gawain le da al dueño los dos besos. Luego beben y hablan, y deciden repetir la diversión en la Noche Vieja. Gawain pide permiso para partir, pero el señor le jura que si se queda podrá llegar perfectamente a la Capilla Verde antes de que amanezca el día de Año Nuevo. Le pide que se renueve el trato de los días anteriores: «Pues dos veces os he probado, y dos veces os he hallado fiel. Ahora "¡A la tercera va la vencida!" ¡Pensad en ello mañana!» (vv. 1679-1680). Gawain acepta. Las palabras del señor son suficientemente explícitas: la tercera tentación será la definitiva, y Gawain caerá en las sutiles redes que le tenderán.
[68-77] El señor sale a cazar el zorro. Mientras, la señora se viste de forma mucho más atractiva para la tercera tentación. Lleva el pecho y la espalda descubiertos, y está adornada con joyas. Cuando llega al aposento de Sir Gawain, este dormita entre pensamientos amenazadores que le recuerdan el destino que lo aguarda en la Capilla Verde. La dama se acerca y lo besa. Cuando él comprueba lo hermosa que está, siente un rapto de éxtasis en el corazón: «Y el peligro se hubiera cernido si María no hubiese protegido a su caballero» (vv. 1763-1769).
Efectivamente, la tentación es tan fuerte que se siente forzado a elegir entre acceder a su amor o desairarla vilmente: «Estaba preocupado por su cortesía, no lo fueran a considerar un grosero, pero más aún por su desgracia si llegase a caer en el pecado y deshonrase al dueño de la casa con su deslealtad» (vv. 1773-1775). La del caballero es una vida próxima a la religiosa, y sus virtudes han de ser las cristianas.
La joven le pregunta si se resiste por haberse comprometido con otra doncella que le guste más. Gawain responde que ni le ha hecho juramento a nadie ni piensa hacerlo por el momento (dado el destino que lo espera). Entonces ella pide, antes de marcharse, alguna prenda suya que guardar de recuerdo; él rehúsa, por no tener nada digno de ella que darle. Ella le ofrece un anillo en «rojo oro», pero él no lo consiente: «No teniendo nada que ofrecer, nada aceptaré» (v. 1823). Se lo vuelve a ofrecer, y de nuevo lo rechaza. Ella le ofrece entonces su cinturón de seda verde con una gema dorada, de menor valor, según ella, que el anillo. Él replica que no podrá tocar tesoro alguno hasta culminar con éxito la búsqueda que tiene encomendada. Ella entonces le hace notar que el cinturón es mágico y hace invulnerable a quien lo porte. Pensando en la Capilla Verde, Gawain termina aceptándolo, y accede a jurar que lo ocultará, especialmente del señor del castillo. Para cuando se despiden, la dama le ha dado tres besos. El cinturón verde representa para Gawain la esperanza de salir con vida del compromiso aterrador que tiene.
Ya a solas, Gawain se prepara, y se confiesa. Cuando después llega el caballero del castillo, se encuentra a Gawain con una túnica turquesa y capucha del mismo color (el azul es el de la fidelidad), adornados con armiño. Sir Gawain se apresura a dar al castellano los tres besos ganados durante el día, pero no dice nada del cinturón. El señor le corresponde, y comenta que su ganancia es inferior, pues solo ha cazado un infeliz zorro. Sin embargo, si se observa bien, hay una correspondencia entre los trofeos intercambiados: si el zorro es de menor calidad, también lo es el obsequio de Gawain, que solo da los besos y se guarda para sí el cinturón mágico. Y, como ya comentamos, hay congruencia entre la dificultad de la cacería del zorro y la de la última tentación, en la que acaba cayendo Gawain.
[78-79] Gawain agradece la hospitalidad del señor, y éste le asigna un siervo para que lo guíe a la Capilla Verde a la mañana siguiente. Nuestro protagonista se retira a descansar.